El 27 de marzo de 2021 tuve la ocasión de realizar una nueva performance inscrito en d’Art D’, Cicle d’art d’acció en el Centre del Carme de Valencia.
Me planteé la acción a partir de la condición de trabajar con un tablero blanco que fuera un poco más grande que mis propias dimensiones.
El ensayo y práctica con el tablero con todas las relaciones corporales, espaciales y de movimiento serían las que darían la acción.
Fue entonces un proceso de descubrimiento y razonamiento pues cada gesto, movimiento o posición la razonaba a posteriori para ver en qué medida se ajustaba a lo que quería o no quería transmitir.
La relación con el tablero iba siempre repitiendo 2 síntomas: límite y carga.
Como límite siempre me separaba o me tapaba.
Como carga, es que exigía siempre tenerlo en la mano, a pesar de ser un tablero ligero, por sus dimensiones no podía manejarlo de cualquier forma, y todas las posiciones con el tablero sobre mí eran opresoras.
También era muy consciente de la capacidad organizativa espacial del tablero, sin embargo, dedicarme simplemente a moverme por el espacio era demasiado elemental, quería dar con una relación humana con el espacio.
El lugar ofrecido por el Centre del Carme es la sala del refrectorio, una sala del S.XIV rectangular y amplia.
Velázquez
Queriendo profundizar en las condiciones y oportunidades que daba de sí la sala, tuve la debilidad de ver un espacio o caja espacial similar al de las Meninas de Velázquez.
Me regalé a mi mismo un momento en la acción de ‘mirada Velázquez’:
Oteiza
Y de Velázquez y al espacio, fácil llegar al homenaje de Jorge Oteiza de Velázquez. Obra que actualmente está en ARTIUM, centro-museo Vasco de Arte contemporáneo.
Ya tuve ocasión en su tiempo de estudiar a Jorge Oteiza, aunque volví a revisitarlo, me cautivaron especialmente estas 2 entrevistas a él.
Borges
El documento de la prehistoria vasca, en el que el señor Oteiza habla de un adivino embestido por un toro que da lugar al nacimiento del Minotauro me lleva a releer el relato de ‘La casa de Asterión‘ de Jorge Luis Borges y 2 de sus cuentos ‘Laberinto’ y ‘El laberinto’ publicados en ‘Elogio de la sombre (1969)‘.
Especialmente me cautiva ‘Laberinto’ por la angustiosa sensación del dentro y fuera, ni anverso ni reverso que escribe Borges, que te daba trabajar con el tablero:
No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Y el alcázar abarca el universo
Y no tiene ni anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin. Es de hierro tu destino
Como tu juez. No aguardes la embestida
Del toro que es un hombre y cuya extraña
Forma plural da horror a la maraña
De interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
En el negro crepúsculo la fiera.
A “ni secreto centro” le dedico este movimiento… que para mi era el giro de la llave (de la puerta).
A partir de aquí las fotografías son de Álvaro Terrones en su mayoría, y de Martaerre Sobrecueva.
Música de inspiración
He de decir que casi siempre ensayaba con música para embriagarme. No es fácil hacer tu vida normal y en poco tiempo de transición, irte al mundo de la performance, la música me ayudaba a esa transición.
Sin embargo pasó una cosa curiosa, en cuanto ya decidí casi todos los pasos, decidí hacer la acción en mis espacios sin música para simular lo más posible la escena de la acción real, y fue muy decepcionante, de repente nada me gustaba.
Así que retomé practicamente la acción desde el principio (con todo lo ensayado) y replanteé la acción desde cero y sin música.
Leyendo a Oteiza, el habla de la Ley de los cambios durante la creación de arte experimental, en los que hay una fase expresiva positiva (+), y otra fase receptiva negativa (-). Y siento que me pasó lo mismo, acompañado con la música habitaba (y no salía) de la fase expresiva. Cuando me desacompañé de la música, recorrí la fase receptiva y final
Y finalmente, Vicent Pelechano, amigo y miembro de Cuneta, al comentarle mis ideas sobre la acción y el ensayo acompañado de música, me refirió al Homenaje a Oteiza de Hans Laguna.
Música que me acompañó durante el último día de mis ensayos. Especialmente cautivadora la pieza ‘Retrato de un gudari armado llamado Odiseo’
Con esta música, encontré este movimiento, buscaba el vacío de Oteiza:
La acción
Se va conformando una pieza en la que me resuenan ecos de vacío + espacialidad, laberintos llenos de búsquedas y huidas…
Los movimientos espaciales que puedo dar o hacer se reducen a movimientos lineales, casi cartesainos, reservados para el laberinto, y una especie de giros y rotaciones que siempre sugieren un centro…
Con el paso de los días, aún sigo releyendo cosas y siento que he hecho mías o he buscado lo mismo que Borges y Oteiza, releo ‘El centro de los laberintos de Jorge Luis Borges‘ de Antonio Planells:
“Su presencia [el laberinto], vigencia y fuerza representativa son el resultado de una grave crisis de valores y prioridades que nos envuelve, sofoca y precipita hacia la búsqueda de salidas nos ha permitido la toma de conciencia de que toda salida es a su vez, una entrada; y que la verdadera y única posibilidad de salida está en el centro. Hemos venido fragmentándonos y fragmentando el universo y ahora caemos en cuenta de que lo que llamábamos salida, no era más que escapismo”.
“De entre las sensaciones (o estados anímicos) que puede despertarnos el laberinto, la de abandono es. quizá, la más intensa y perdurable. Estar perdido en el interior del laberinto, equivale a encontrarse en un callejón sin salida. enfrentarse ante una situación vital irresoluble o sentirse irremediablemente desorientado e inseguro”.
Y aquí llegamos a las referencias a lo espiritual, que Oteiza asignaba al vacío y a la desocupación:
“Si todo laberinto posee un centro. ¿cómo es posible llegar a él y conquistarlo? No creemos que exista otro modo que no sea a través del vuelo del espíritu. Ello equivale a trascender el alcance del intelecto, cuya resistencia es necesaria aunque insuficiente. La llegada del espíritu al centro equivale a la revelación de la naturaleza esencial y presencial del laberinto”.
Giro sobre un eje ficticio (primer gif), giro en mi mismo, que siento como el movimiento de la mano que escarba la arena creando un vacío pero también es una acción de búsqueda que pide mirar.
Gregorio Díaz Ereño, director de la Fundación Museo Jorge Oteiza:
“Obra y pensamiento están totalmente imbricados en un todo imposible de separar y cuyo carácter podemos definir por la presencia de una fuerte espiritualidad. En todas y cada una de las obras del creador de Orio habita el artista; cada una de sus Cajas se convierten en moradas del espíritu, en habitaciones que acogen a Jorge Oteiza y, al igual que de niño se refugiaba en los agujeros de la playa de Orio, en la madurez son espacios de refugio de un creador que trata, fundamentalmente, de sobrevivir”.
Si la primera parte tiene algo de solitud (soledad buscada), la segunda media parte voy en busca del público. Me pongo frente a ellos pero quiero subrayar el muro o separación.
Hay una canción, cuyos versos me siguen acompañando en cuanto a las relaciones personales: “Tan corta la distancia, tan largo el camino”. Por este motivo no quiero engañarnos que con estar enfrente de otro y con mirarle ya he conseguido conocerle.
Con giros y desocupaciones, llego al final de la sala…
Y empieza lo que yo llamo el romance con el tablero. Un romance representado con signos sugeridos sobre el tablero a ambos lados y una especie de baile, rotación final.
Hasta que finalmente lo dejo yacer, sobre el lecho del suelo, único momento de horizontalidad alineando el eje largo del tablero con el de la sala. Conviertiéndose, para mi, en una repentina lápida que me pisa.
La acción la acabo quitándome el tablero de los pies, me des-piso de la tabla-lápida, me regalo un momento Teseo o como cuenta Borges:
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.